
Mar 06
¡Cuando los atajos no funcionan!

En 2019, en Qatar, durante la Copa del Mundo de Atletismo, llamó la atención el gesto de un atleta de Guinea Bissau que, al final de uno de los eventos más disputados, cargó sobre sus hombros a su rival que estaba frente a él, pero Empezó a sentir fuertes dolores en las piernas. Durante100 metros puedes verlo ayudando a su oponente a ganar la carrera. ¡Este gesto nos recuerda que ganar también es perder!
La Cuaresma es el camino a la Pascua. En las prisas que vivimos y en la falta de paciencia, nos vemos tentados a construir atajos más fáciles que parecen llevar al mismo lugar. ¡Parece! Es que generalmente los atajos son la mejor manera de confirmar que estamos perdidos.
La liturgia de este primer domingo de Cuaresma medita sobre las tentaciones que vivió Jesús. ¡En el desierto, el diablo le ofreció atajos seductores!
El primer fue el de la posesión material de todas las cosas: “Si eres Hijo de Dios, manda que esta piedra se convierta en pan”. Jesús se negó y amplió el entendimiento: “no sólo de pan vive el hombre”. El segundo atajo es del poder dominante. El diablo ofreció: “A ti te daré todos los reinos de la tierra” a lo que recibió de respuesta: “sólo a Dios servirás”. ¡En el fondo, Jesús confirma que aceptar perder también es ganar! El tercer atajo fue el del entendimiento errado de Dios, que lo toma como un mago, como un solucionador de problemas. El diablo lo probó en lo alto del Templo: "Tírate abajo" y citando las Escrituras dijo que Dios lo salvaría. “No tentarás al Señor tu Dios”, respondió Jesús, invirtiendo esa mentalidad y afirmando la responsabilidad humana por todas las decisiones. El relato concluye afirmando que, ante el fracaso, el diablo dejó a Jesús.
¡El diablo es el divisor, es el que rasga el camino, es el constructor de atajos que nos seducen a la nada, al vacío, al desajuste! ¡Los atajos cierran espacio para gestos generosos!
La Cuaresma es un tiempo para tomar conciencia de estos desvíos, identificarlos y, al mismo tiempo, una oportunidad para discernir, madurar y volver a Dios, a la comunión, al amor.
P. Maicon