San Nicolás, obispo de Mira, en Licia, famoso por su santidad y por su intercesión ante el trono de la divina gracia.
La gran veneración que se ha profesado al santo durante tantas generaciones y el número de iglesias y altares que se le han dedicado en todas partes, son el mejor testimonio de su santidad y de la gloria de que goza con Dios. Según se dice, nació en Patara de Licia, una antigua provincia del Asia Menor. La capital, Mira, próxima al mar, era una sede episcopal. Cuando quedó vacante, Nicolás fue elegido obispo y allí se hizo famoso por su extraordinaria piedad, su celo y sus sorprendentes y numerosos milagros. Los relatos griegos sobre su vida afirman que estuvo encarcelado por la fe y la confesó gloriosamente, al fin de la persecución de Diocleciano. San Nicolás asistió al Concilio de Nicea, donde se condenó al arrianismo. El silencio que guardan algunos autores sobre estos datos los hacen sospechosos. El santo murió en Mira y fue sepultado en su catedral.
Por curioso que parezca, en Rusia, san Nicolás es todavía más popular que en los países del Mediterráneo oriental y el noroeste de Europa. En efecto, san Andrés Apóstol y san Nicolás son los dos patronos de Rusia, y la Iglesia ortodoxa rusa celebra la fiesta de la traslación de las reliquias. Antes de la Revolución rusa, había tantos peregrinos rusos en Bari, que su gobierno mantenía en dicha ciudad una iglesia, un hospital y un albergue. El santo es también patrono de Grecia, Apulia, Sicilia y Lorena, así como de innumerables diócesis, ciudades e iglesias. La basílica romana de San Nicolás in Carcere fue construida entre el fin del siglo VI y el comienzo del VII. El nombre del santo figura en la preparación de la misa bizantina. Al final del siglo XX, la basílica de San Nicolás de Bari, confiada por el papa Pío XII a los dominicos, es lugar de reunión entre las Iglesias de Oriente y Occidente, y funciona allí el Instituto Ecuménico de Teología San Nicolás.
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