Acuérdate oh piadosísimo Patriarca y mi más querido protector, amado San José, que jamás se ha oído decir, que uno solo de los que han acudido a tu protección e implorado tu socorro, haya sido desamparado de ti.
Yo, pecador, animado con tal confianza, acudo a ti, Oh Padre Nutricio del Verbo Encarnado, a ti vengo, delante de ti me presento gimiendo bajo el peso de mis pecados.
No quieras, Oh esposo castísimo de la Virginal Madre de Dios, nuevo Abraham de corazón traspasado y voluntad perfecta, despreciar mis súplicas, antes bien, dígnate escucharlas y cumplirlas benignamente.
Así sea.
Fuente: Diario de Santa Faustina Kowalska No.1203