Oh, casto Esposo de la más pura y santa de todas las criaturas; qué gozo el tuyo de haber hallado tan grande favor y gracia del Padre Eterno que nos entregó a su Hijo; ante el Hijo que te hizo tutor de su sagrada humanidad; ante el Espíritu Santo que te confió a su cónyuge para que pudieras ser como los querubines que guardaban el fruto de la vida en el jardín del Edén.
¡Cuán felices y bendecidos son aquellos a quienes amas y tomas bajo tu protección! Oh fiel guardián de la Madre de Dios, guarda a los que te honran en medio de las pruebas y alegrías de esta vida. Amable tutor de Jesús, socorre a tus siervos en los peligros y dificultades de su exilio; que sientan los efectos de tu amor. Obtén para ellos la devoción a tu Esposa, la fidelidad a tu Hijo, y el respeto inquebrantable por el Padre Eterno que reina con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.