Misterios Gozosos, de Gozo (Lunes y Sábado)

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


Abre Señor mis labios, para alabar tu nombre y el de Tu Santa Madre.


Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador y redentor mío, por ser tú quien eres y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido.


Quiero y me propongo firmemente confesarme a su tiempo y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. 


Te ofrezco mi vida, obras y trabajos en satisfacción de mis pecados.


Y confío en que en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás y me darás la gracia para enmendarme y perseverar en tu santo servicio hasta el fin de mi vida. Amén. 


Recibe, ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que te hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones: mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el Amor de mi corazón.


Yo me abandono sin reservas a tus divinas operaciones y quiero ser siempre dócil a tus santas inspiraciones. ¡Oh Espíritu Santo!, dígnate formarme con María y en María según el modelo de vuestro amado JESÚS.


Gloria al Padre Creador; Gloria al Hijo Redentor; Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.


San José, guardián de Jesús y casto esposo de María, tu empleaste toda tu vida en el perfecto cumplimiento de tu deber, tu mantuviste a la Sagrada Familia de Nazaret con el trabajo de tus manos. Protege bondadosamente a los que recurrimos confiadamente a ti.


Tu conoces nuestras aspiraciones y esperanzas. Nos dirigimos a ti porque sabemos que tu nos comprendes y proteges. Tu también conociste pruebas, cansancio y trabajos. Pero, aun dentro de las preocupaciones materiales de la vida, tu alma estaba llena de profunda paz y estuvo llena de verdadera alegría por el íntimo trato que gozaste con el Hijo de Dios, el cual te fue confiado a ti a la vez que a María, su tierna Madre. Amén.


Peticiones: Ofrecemos este rosario por...


MISTERIOS Y MEDITACIONES MISTERIOS DE GOZO (lunes y sábado)

1.- Encarnación.

Mira, alma cristiana, qué humildad tan grande te enseña el Señor: siendo Dios se hace hombre, carga con todas las miserias humanas, se sujeta a todas las penalidades. Vistió con humildad, nunca con lujo; comió humildemente; huyó los honores; nunca se alabó; todas las alabanzas las dirigía a su Padre celestial.


Aprende de Jesús a ser manso y humilde de corazón...


Haz como la Santísima Virgen, que no obstante de ser sublimada a la dignidad casi infinita de Madre de Dios, se llama y se tiene por esclava, y es la que mejor ha imitado la humildad y mansedumbre de Jesús.


2.- Visitación.

Alma cristiana, imita a María en las visitas que hagas, no murmures ni pierdas en ellas el tiempo; edifica con el buen ejemplo, y ejerce la caridad con los padres e hijos de la casa.


Si los que visitas son pobres, socórrelos con lo que puedas; y en lo que no alcances, súplelo con las buenas palabras, consejos y oraciones, por que no sólo de pan vive el hombre...


Y debes saber que todo el bien que hagas a tus prójimos, el Señor en el día del juicio te lo elogiará y te lo premiará como si se lo hubieras hecho a Él mismo.


3.- Nacimiento.

Contempla, alma cristiana, al pobreza de Jesús; siendo riquísimo, y dueño del cielo y de la tierra, se priva de todo, y para que aun le falten las pequeñas comodidades que podría haber tenido en la casa de Nazaret, quiere nacer en Belén...


Es preciso que nazca en una cueva desabrigada y falta de todo alivio, en una noche de invierno, sin lumbre ni abrigo alguno.


Aprende de la Sagrada Familia a no quejarte cuando te veas despreciado; no te desconsueles cuando te veas sin recurso de ninguna especie...


Piensa que así se halló Jesús; dale gracias porque te hace participante de sus penas, esperando que un día serás compañera de sus glorias.


Si posees riquezas, no seas apegado a ellas. Socorre con ellas a los pobres, ya que por esto el Señor te las ha confiado.


4.- Presentación.

Para enseñarnos la obediencia a las santas leyes de la Religión se sujetan a ellas el Hijo y la Madre Virgen.


Alma cristiana, aprende de Jesús y de María a obedecer las santas disposiciones y leyes de la Iglesia; guarda sus mandamientos, oye misa, confiesate, comulga...


Jesucristo y María, pudiéndose excusar de aquellas leyes antiguas, no se excusan, las cumplen puntualmente. No busques excusas en donde no las hay, no te dejes engañar por la pereza, por la soberbia o la irreligión.


5.- El Niño Perdido.

Sin culpa la Virgen y San José perdieron a Jesús; al instante le buscaron, y no reposaron hasta que le hallaron.


Alma cristiana, aprende de María y José el esfuerzo que has de tener en buscar a Jesús cuando le hayas perdido por el pecado...


¡Oh, si supieras que perder la gracia de Jesús es más que perder todas las riquezas del mundo! ¡Ah, si has perdido las riquezas del cielo, te has hecho merecedor del infierno!


¡Ah, cómo llorarías, cómo buscarías a Jesús con la solicitud de José y de María!...


Tú también lo hallarás en el templo; sí, en el templo lo hallarás, recibiendo bien los santos sacramentos de penitencia y comunión.


ORACIÓN FINAL

Dios te salve Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. ¡Ea pues!, Señora y abogada nuestra: vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús: fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén


 


Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita! Amén.


 


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.


 


Reza las Letanías

Señor, ten piedad de nosotros, Cristo, ten piedad de nosotros...