Apr 13
¡Los "buenos días" de Dios!
El cardenal Gianfranco Ravasi, emerito del dicásterio de la cultura, escribe a menudo que una de las expresiones más repetidas en la Biblia, precisamente 365 veces, es “¡no tengas miedo!”. ¡Es una especie de “buenos días” que Dios refuerza en la humanidad, todos los días del año!
En el evangelio de hoy (Jn 6,16-21) los discípulos están cruzando el mar en una pequeña barca y se desata un vendaval. Jesús no estaba con ellos, y entonces lo ven caminando sobre el agua y, muy asustados, oyen: “¡No tengan miedo!”.
El Evangelio de Juan traduce el sentir de los primeros cristianos que se intimidaban por la fuerza de los vientos de persecución, de condena, de tortura, pero que, al mismo tiempo, sentían que Jesús estaba muy cerca, caminando con ellos (el mar como símbolo del mal y Jesús sobre las aguas era una traducción de que Él era más fuerte que toda violencia y maldad).
¡El miedo es como una moneda! Por un lado, es la imagen del terror, porque el miedo no nos deja avanzar, paraliza cualquier acción. En el primer libro de la Divina Comedia, El Infierno, Dante queda aterrorizado por lo que ve y traduce esa condición: «¡por miedo, los pasos retroceden!» Por el otro lado, el miedo es cierto equilibrio necesario que nos pone un límite para no creernos los dueños del universo.
Mia Couto, en una conferencia sobre seguridad pública en Estoril, dijo que el miedo lo patrocinan los poderosos que, dentro del miedo, crean monstruos: «¡hay quien tiene miedo de que el miedo se acabe!». Graham Greene decía: “¡Tengo miedo del hombre que no tiene miedo!”
Hoy es Jesús quien nos repite: ¡no tengas miedo! ¡Es un consuelo, un aliento! Lo repitió ayer, lo repetirá mañana. A veces, cuando cerramos los ojos y los oídos, parece que nada más tuviera sentido, sin embargo, Dios sigue repitiéndonoslo todos los días, todos los días: ¡no tengas miedo!
¡Se necesita confianza para escuchar y abrir los ojos para ver! Martin Luther King lo tradujo bellamente en una especie de parábola: “un día el miedo llamó a la puerta, el valor fue a abrir y no era nadie”. Lo que escribió Henry Newman es también una invitación a la oración: “¡No temas que la vida se acabe, en cambio, ten miedo de que la vida realmente nunca comience!”

P. Maicon