
Nov 26
En dirección a la esperanza!

En 1947, Albert Camus publicó un libro llamado "La peste". Es la historia de un pueblo llamado Orán, en Argelia, que es tomado por una peste transmitida por una invasión de ratas. Quien narra los hechos es el doctor Bernard Rieux. Mucha gente empieza a morir y con el paso de los días la incredulidad se apodera: «¡no hay nada que hacer!». El pasado, el presente y el futuro se vuelven abstracciones. Con la ciudad totalmente aislada, padres separados de sus hijos, familias despedazadas, sin comunicación, todos esperan la inminencia de la muerte. Uno de los amigos de Rieux es el padre Paneloux, quien respalda la infame lectura de que todo lo que estaba sucediendo era por los pecados del pueblo. Al final de la historia, cuando las cosas ya habían empeorado mucho, es posible encontrar al Dr. Rieux diciéndole al sacerdote: «trabajamos, trabajamos con mucho amor, con mucha caridad como me lo sugeriste. Pero por favor, no me hables más de esperanza, de amor sí, pero de esperanza no»!
¿Qué puede nacer de la tragedia? Es cierto que la vida es esta mezcla de confusión y armonía, de oscuridad y luz. Hay momentos en que nada tiene sentido y parece que ya no queda “piedra sobre piedra”, como escribe el Evangelio de hoy (Lc 21,5-11). Destrucciones, disputas, guerras, conflictos, terremotos, hambrunas, pestes llevaron a Jesús a asegurar: “aunque muchos prefieren anunciar desastres, ¡este no es el final!”.
El destino es amor... un amor que nace desde dentro del desequilibrio que tantas veces tiene que afrontar la vida. ¡Este es precisamente el momento, este es el punto de inflexión! No se trata de un elogio al sufrimiento, ni mucho menos de afirmar que es necesario sufrir para ser feliz, sino de la apuesta de que aún en la agitación se puede encontrar un camino, un rayo de luz.
La desesperanza del Dr. Rieux, que evidencia la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, una gran clave de lectura para entender la crítica de Albert Camus, es una metáfora del acto de fe, bellamente traducida por el p. Ermes Ronchi: «esta historia no terminará en caos, sino en un abrazo. Que tiene por nombre de Dios». ¡No desistamos!
P. Maicon