ORACIÓN ABRASADA CORTA

Cumplid, Señor, los designios de vuestra misericordia, suscitad a los hombres de vuestra diestra, tales como los habéis mostrado a tantos de vuestros más grandes servidores.

Invocación a Dios Padre

Dios Todopoderoso, acordáos de nosotros empleando la omnipotencia de vuestro brazo nunca menguado, para darnos vida y llevarnos a tu perfección. Renovad los milagros, haced nuevos prodigios (Eclo 36,6.), dejadnos experimentar el socorro de vuestro brazo (Sab 5,17). Oh gran Dios, que de piedras toscas (Mt.3,9) podéis hacer otros tantos hijos de Abraham, decid una sola palabra en Dios, para enviar buenos "operarios a vuestra mies" (Lc 10,2), y buenos misioneros a vuestra Iglesia.


Dios de Bondad, acordáos de vuestras antiguas misericordias; acordáos de las reiteradas promesas que nos habéis hecho por medio de vuestros profetas y de vuestro mismo Hijo, de escuchar nuestras justas peticiones.


Mas acordáos sobre todo de vuestro querido Hijo. "Contempla la cara de tu Ungido" (Sal 83,10) Acordáos de su agonía, su confusión y su queja amorosa en el Huerto de los Olivos cuando dijo: ¿De qué sirve mi sangre?(Sal 29,10)


Acordáos, Señor, de nosotros en los efectos de Vuestra Justicia.


"Ya es tiempo de hacer lo que habéis prometido. Violada está vuestra divina ley" (Sal 118,126); abandonado vuestro evangelio; torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y arrastran a vuestros mismos siervos. Desolada está la tierra (Jer 12,11), la impiedad se asienta en los tronos, vuestro santuario es profanado, la abominación está en el mismo lugar santo (Dan 9,27; Mt 24,15; Mc 13,14). ¿Lo dejaréis todo así abandonado, justo Señor, Dios de las venganzas? ¿Todo llegará a ser como Sodoma y Gomorra? ¿Os callaréis, siempre? ¿Seguiréis soportándolo todo? ¿No es preciso que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo, y que venga a nosotros vuestro reino?¿No os dicen todos los justos de la tierra: Venid, Señor Jesús! (Ap 22,20) Todas las criaturas, hasta las más insensibles, gimen bajo el peso de los innumerables pecados de Babilonia y piden vuestra venida para restaurarlo todo. "La creación entera gime"(Rom 8,22).


Invocación a Dios Hijo

Señor Jesús, Acordáos de dar a vuestra Madre, acordáos de concluir por María los años de la gracia como los habéis comenzado por Ella.


Dad hijos y siervos a vuestra Madre, de lo contrario dejadme morir (Gén 30,1).


Acordáos de sus entrañas y de sus pechos, y no me rechacéis; acordáos de quien sois hijo y escuchadme: acordáos de lo que Ella es para Vos y de lo que Vos sois para Ella.


Nada pido para mí, todo para vuestra gloria.


Sacerdotes libres con vuestra libertad, desprendidos de todo, sin padre, sin madre, sin hermanos, sin parientes según la carne, sin amigos según el mundo, sin bienes, sin estorbos, sin cuidados, y hasta sin voluntad propia (Mc 10,29; Lc 14,26).


Esclavos de vuestro amor y de vuestra voluntad, hombres según vuestro corazón que, sin voluntad propia que los manche y los detenga, cumplan siempre la vuestra y derriben a todos vuestros enemigos.


Hombres siempre prontos a serviros, siempre dispuestos a obedeceros a la voz de sus superiores, como Samuel: "Heme aquí" (1 Re 3,16) siempre listos a correr y a sufrirlo todo con Vos y para Vos.

Verdaderos hijos de María, vuestra Santísima Madre, engendrados y concebidos por su caridad, sostenidos por su brazo, y enriquecidos por sus gracias.


Verdaderos siervos de la Santísima Virgen quienes, como Santo Domingo, con la antorcha brillante y ardiente del santo Evangelio en la boca y el santo Rosario en la mano, vayan por todas partes, ladrando como perros, ardiendo como hogueras, e iluminando las tinieblas del mundo como soles, y que por medio de una verdadera devoción a María, esto es, interior sin hipocresía, tierna sin indiferencia, constante sin ligereza, y santa sin presunción, aplasten doquiera que vayan la cabeza de la antigua serpiente.


De lo contrario, dejadme morir. ¿Acaso no es preferible morir, Dios mío, que veros tan cruel e impunemente ofendido todos los días, y hallarme cada vez más en peligro de ser arrastrado por los torrentes de iniquidad que van creciendo?


Invocación al Espíritu Santo

Espíritu Santo, acordáos de producir y de formar hijos de Dios con María vuestra divina y fiel esposa. Habéis formado a Jesús cabeza de los predestinados, con Ella y en Ella; con Ella y en Ella debéis formar también todos sus miembros.


El reinado especial de Dios Padre ha durado hasta el diluvio, y concluyó con el diluvio de agua; el reinado de Jesucristo terminó con un diluvio de sangre; mas vuestro reinado, Espíritu del Padre y del Hijo, continúa, y terminará con un diluvio de fuego de amor y de justicia (1 Jn 5,8).


¿Cuándo vendrá ese diluvio de fuego de amor puro, que debéis encender en toda la tierra, de una manera a la par tan dulce y vehemente que abrasará y convertirá todas las naciones? 


Enviad a vuestro Espíritu y serán creados, y renovaréis la faz del mundo (Sal 103,30).

Enviad ese Espíritu que es todo fuego purísimo para formar sacerdotes llenos de fuego por cuyo ministerio sea renovada la faz de la tierra, y reformada vuestra Iglesia.


¡Ah Señor! congrega nos de nationibus (Sal 105,47), juntadnos, reunidnos a fin de que alaben y bendigan por ello a vuestro Nombre santo y poderoso.

Los misioneros de María

¿Cuáles son esos misioneros que vivirán en vuestra heredad alimentándose de la divina dulzura que les habéis preparado? Son esos pobres misioneros abandonados a la Providencia, que rebosarán de vuestras divinas delicias; son esos animales misteriosos de Ezequiel (Ez 1,5-14) que tendrán la humanidad del hombre por su caridad desinteresada y benéfica para con el prójimo, la bravura del león por su santa cólera y su celo ardiente y discreto contra los demonios y los hijos de Babilonia; la fuerza del buey por sus trabajos apostólicos y su mortificación de la carne, y en fin, la agilidad del águila por su contemplación en Dios. Esos imitadores de los apóstoles predicarán con tal virtud y fortaleza que removerán todos los espíritus y los corazones en los lugares donde prediquen. 


Por su abandono a la Providencia y su devoción a María tendrán plateadas alas de paloma, es decir, la pureza de doctrina y de costumbres; y dorado el dorso, esto es, una perfecta caridad para con el prójimo para soportar sus defectos, y un gran amor a Jesucristo para llevar su cruz.


Realizad vuestra obra puramente divina; juntad, llamad, traed a vuestros elegidos de todos los lugares de vuestro imperio, para formar un cuerpo de ejército contra vuestros enemigos.


Llamamiento final:

 "El que sea del Señor que se junte conmigo" (Ex 32,26) Que todos los buenos sacerdotes que están esparcidos por el mundo cristiano, ora se hallen actualmente en el combate, ora estén ya retirados de la lucha en los desiertos y soledades, vengan a unirse con nosotros: la unión hace la fuerza a fin de que formemos, bajo el estandarte de la Cruz un ejército dispuesto en orden de batalla y bien disciplinado, para atacar en masa a los enemigos de Dios que ya han dado el toque de alarma (Sal 45,4): rechinaron los dientes" (Sal 34,16), "bramaron" (Sal 2,1), "se multiplicaron"(Sal 24,19)."Rompamos sus coyundas, arrojemos de nosotros sus ataduras. El que mora en los Cielos se ríe de ellos" (Sal 2,3-4). "¡Alzase Dios! ¡Se dispersan sus enemigos!"(Sal 67,1).


¡Señor, levantáos! ¿Por qué aparentáis dormir? Desperézate! (Sal 43,24) 


Levantáos con toda vuestra omnipotencia, vuestra misericordia, vuestra justicia para formaros una compañía escogida de guardias reales que custodien vuestra casa, defiendan vuestro honor, y salven a vuestras almas, para que no haya más que un redil y un pastor (Jn 10,16), y que todos os tributen gloria en vuestro templo (Sal 28,9).

Amén.


¡Dios solo!


 


ORACIÓN ABRASADA Corta de San Luis María Grignon de Montfort