Te doy gracias, Señor, por este don inapreciable que es la salud. Ayúdame a valorarlo, a disfrutarlo, a ser consciente de el, a agradecértelo y gastarlo en servicio a los demás.
Gracias Señor por el vigor, por la fuerza corporal, por la tensión de los músculos, la lucidez y el bienestar general.
Deseo que esta salud me sirva para ponerme enteramente al servicio del Reino, de la causa de los pobres, por la justicia, la libertad, la paz, la liberación de todos los pueblos. Que me gaste y me desgaste llevando alegría a los tristes, compañía a los que están solos, luz a los que están desconcertados.
Te recuerdo Señor a los que no disfrutan de salud. Ayúdales. Alivia sus dolores. Dales paz y serenidad, médicos y remedios. Que reencuentren pronto la salud.
Ayúdanos a todos a aceptar con fe que, finalmente, nuestra salud se quebrantará, por la muerte, y que, por ella, saldremos a tu encuentro y viviremos ya, definitivamente más allá de las limitaciones de nuestro cuerpo.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro hermano, que experimentó también la salud, la enfermedad y la muerte.
Amén