Jan 01
Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado (Hc 13, 1-4)
Dios pidiendo permiso, queriendo oír el si nuestro. Como el de María y San José. Él, omnipotente, respetando nuestra voluntad. Si Dios hablara con nuestros padres, con papá o mamá, ¿qué les diría? ¿Qué nos reserve para qué? Cuál será esa obra que quiere que hagamos. Si somos papás, ¿qué nos pediría de nuestros hijos, que los reservemos para qué? Obviamente nos pediría que no dejemos que se aparten de Él, pero además querrá de nuestros hijos, lo mejor, la santidad. Pero no para todos será el mismo camino, para algunos será una profesión, para otros el sacerdocio o la vida consagrada, la soltería, en fin. Pregúntate si estás dispuesto(a) a reservar a tus hijos para Él, para lo que Dios los ha llamado.
No rechacemos su llamado, sus palabras, no lo rechacemos a Él. Al mundo lo podemos considerar como más divertido y lleno de emociones, pero es que no sabemos, no conocemos, la verdadera diversión, ni las verdaderas emociones que tendremos en el cielo y para toda la vida.
Tomemos el hábito de hablarle, de rezar, de invocar a Dios Padre. Aunque sean el mismo Dios, le oramos a Jesús, al Espíritu Santo y quizás no tanto como a ellos, a Dios Padre. Hagamos lo mismo, dirijámonos a Él, hablemos con Él, encomendémonos a Él. Él tiene piedad de nosotros y nos bendice.

CADG