Oh bienvenido seas Paráclito Eternal que con tus dones nos nutres y recreas, lluevan tus bendiciones sobre nuestros contritos corazones.
Si alguna vez caemos, ven a levantarnos, guíanos y alumbra el camino si no vemos, y, si el pecho se enfría, ven con tu calor santo y envíanos tu fuego.
Ven y fortalécenos, si alguna vez nuestro valor flaquea, y tu ley enderece el pie, si le ladea, si tímido se para o titubea.
El fuego centellante, que sobre los apóstoles ardía, al pecho de diamante, al alma seca y fría,
ablande y dé calor en este día.
Y unidos y enlazados en tus lazos, Amor omnipotente, de pueblo apartados haz una sola gente, un corazón, un alma solamente. Amén.