Dec 19
Recomemdaciones de San Agustin para orar
Dicen que San Agustín recomendaba tres cosas cuando uno hace oración mental.

La primera: comenzar nuestra oración con el agradecimiento. Muchas veces uno empieza las oraciones pidiendo por algo. Empezar nuestra oración mental pidiendo por algo es como aquel que encuentra a un benefactor que le acaba de pagar una deuda muy grande y lo primero que le dice antes de saludarlo es la siguiente frase: "necesito más dinero". Sería vulgar hacer eso con el benefactor que nos pagó una deuda inmensa. Antes de volver a pedirle algo, uno debe abrazarlo y decirle: "muchas gracias por todo lo que hiciste por mi". Jesucristo es nuestro Divino Benefactor y Redentor, ya que pagó una deuda imposible de pagar para nosotros. Si Cristo no hubiese muerto en la cruz y resucitado, nosotros no podríamos jamás ser salvados de nuestros pecados. Él cargó sobre sus espaldas todo el peso del pecado. No solo eso, sino que día a día nos bendice con infinidad de gracias. Día a día nos mantiene vivos, nos da la salud, nos da el trabajo, nos da cada cosa buena que poseemos. Es por eso que nuestra oración mental no debe comenzar con la petición, sino con el agradecimiento. Debemos agradecerle al Señor todas las gracias que nos concede, aún aquellas que no le pedimos.

Lo segundo: antes de rezar por nosotros mismos, debemos pedir por otros más necesitados. Hay gente más necesitada que nosotros, hay que hombres y mujeres que sufren más desgracias. Sobre todo hay hombres y mujeres que ni rezar saben, o que están alejados de Dios. Ellos necesitan más oraciones que nosotros. Por lo tanto, antes de rezar por uno mismo, recemos por aquellos que están todavía más necesitados de las oraciones de la Iglesia. San Agustín dice que "si rezas solo por ti mismo, solo tú rezarás por ti. En cambio, si rezas por los demás, Dios proveerá que haya otros hermanos en la fe que recen por ti, ya que el Señor no se deja ganar en generosidad". Siempre debemos acordarnos de aquellos que son más débiles, de los que más vulnerables, de los que más sufren, antes de pensar en nosotros mismos.

Finalmente, podemos rezar por nuestras propias intenciones, pero siempre recordando lo que pedimos en el Padre Nuestro: "que se haga tu voluntad". Debemos someter cada una de nuestras intenciones a la voluntad de Dios, sabiendo que si el Señor no nos da lo que pedimos, nos dará algo mejor; pues nos dará lo que necesitamos para nuestra salvación eterna.

Bendiciones para todos.

P. Tomas Beroch