Oh Dios, Padre nuestro,
Tú has amado tanto al mundo que has dado a tu Hijo Jesús.
Él se despojó de su gloria para hacerse uno de los nuestros, hasta morir por nosotros.
Tú has llamado a Francisco a seguir sus huellas, pobre y desnudo, para anunciar el Evangelio y construir un mundo de fraternidad y de paz.
Tú has llamado a Carlos, le has hecho enamorarse de Jesús en la Sagrada Eucaristía y lo has animado a dejarse despojar de su juventud para decirnos que sólo Tú puedes llenar de alegría nuestros corazones.
Haz que, como Francisco y Carlos, despojados de todo egoísmo, digamos con verdad:
"Padre nuestro que estás en los cielos",
"no yo, sino Dios", y nos revistamos de Cristo, nuestro Señor desnudo y crucificado.
Que toda nuestra vida sea en Jesús, que sea don de amor, plenitud de alegría.
Que la Iglesia, que en el bautismo nos ha cubierto con su manto de gracia, resplandezca en nosotros, como en María, con la luz de la santidad de Cristo en el Espíritu Santo. Amén.