Apr 13

de
PARA MEDITAR
Nuestra meditación del misterio de la pasión de Jesucristo nos coloca ante su Padre, Dios. Al igual que Jesús antes de expirar, podemos confiar nuestro espíritu a este Padre, tanto suyo como nuestro, seguros de que en sus manos estaremos protegidos. También podemos decirle que disponga de nuestras manos vacías. Podemos compartir nuestro deseo de que ellas sean instrumento de su acción misericordiosa. Al hacerlo, manifestamos que estamos dispuestos a hacer su voluntad y que estamos preparados para que nuestras manos sean símbolo de nuestra capacidad de afrontar el mundo desde la experiencia del perdón a todos, en especial hacia quienes hacen el mal. No pretendemos que nuestras manos sean instrumento de dominio, sino que, a través de ellas, el mundo se transforme en lugar del perdón.

El misterio de la pasión de Jesucristo nos llama a ser personas de manos bien dispuestas a la acción del Padre. Por ello, presentemos delicadamente nuestras manos al Señor para que dejen de ser instrumentos de codicia y sometimiento. Que sean manos para transmitir la misericordia de Dios a los pecadores, manos para golpearnos el pecho en gesto de penitencia y no de juicio de los hermanos. Que estén siempre al servicio del amor de Dios, dóciles instrumentos para servir y expresión de nuestra misión al servicio de toda persona.

P. Hector
Hospitalitos de la Fe