
Jun 30
¡Señor, sálvanos!

Dios mío, mi corazón es como un ancho mar siempre agitado por las tempestades: que en ti encuentre la paz y el descanso. Tú mandaste al viento y al mar que se calmaran, y al oír tu voz se apaciguaron; ven ahora a apaciguar la agitación de mi corazón a fin de que en mí todo sea pacífico y tranquilo y pueda yo poseerte a ti, mi único bien, y contemplarte, dulce luz de mis ojos, sin confusión ni oscuridad. Oh Dios mío, que mi alma, liberada de los pensamientos tumultuosos de este mundo, se esconda a la sombra de tus alas. Que encuentre en ti un lugar de refrigerio y de paz; que exultante de gozo pueda cantar: En paz me acuesto y enseguida me duermo junto a ti.
Que mi alma descanse, te pido, Dios mío, que descanse de todo lo que hay bajo el cielo, y esté despierta solo para ti, como está escrito: Duermo, pero mi corazón está en vela. Mi alma solo puede estar en paz y seguridad, Dios mío, bajo la protección de tus alas. Que permanezca, pues, eternamente en ti y sea abrasada con tu fuego. Que, elevándose por encima de sí misma, contemple y cante tus alabanzas llena de gozo. En medio de las turbaciones que me agitan, que tus dones sean mi consolación, hasta que yo venga a ti, oh paz verdadera.
San Agustín
Meditaciones, c. 37.