
Oh Glorioso Príncipe San Miguel, jefe principal de la Milicia Celestial, Guardián fidelísimo de las almas, Vencedor eficaz de los espíritus rebeldes, fiel servidor en el Palacio del Rey Divino, … Sois nuestro admirable Guía y Conductor.
Vos brilláis con excelente resplandor y con virtud sobrehumana, libradnos de todo mal. Con plena confianza recurrimos a vos. Asistidnos con vuestra afable protección para que seamos más y más fieles al servicio de Dios todos los días de nuestra vida.
V. Rogad por nosotros, Oh Glorioso San Miguel, Príncipe de la Iglesia de Jesucristo…
R/ para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor.
Omnipotente y Eterno Dios, os adoramos y bendecimos. En vuestra maravillosa bondad, y con el misericordioso deseo de salvar las almas del género humano, habéis escogido al Glorioso Arcángel, San Miguel, como Príncipe de Vuestra Iglesia.
Humildemente os suplicamos, Padre Celestial, que nos libréis de nuestros enemigos. En la hora de la muerte, no permitáis que ningún espíritu maligno se nos acerque, para perjudicar nuestras almas. Oh Dios y Señor Nuestro, guiadnos por medio de este mismo Arcángel. Enviadle que nos conduzca a la presencia de Vuestra Excelsa y Divina Majestad. Os lo pedimos por los méritos de Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.