
Dec 16
SEMILLA AGUSTINIANA

Siente hastío, ¡oh hombre libre, llamado a la libertad!; sometido a tales amas, siente hastío de tu esclavitud. Reconoce a tu redentor, a tu manumisor. Sírvele a él; te manda cosas más fáciles, nunca opuestas entre sí. Me atrevo a decir más. La avaricia y la prodigalidad te ordenaban cosas contrarias de forma que no podías obedecer a ambas. Suba al estrado tu Amo, que ha de decir las mismas cosas, y tu Redentor, que no dirá cosas contrarias. Si no quieres, su casa no tiene necesidad de quien sirve de mala gana. Pon atención a tu Redentor, pon atención a tu precio. Vino para redimirte; derramó la sangre. Te estimó en mucho quien te había comprado a tan alto precio. Reconoces quién te ha comprado; considera con qué te rescata. Paso por alto los restantes vicios que en tu orgullo te dominaban; en efecto, eras siervo de innumerables y malvadas amas. Me refiero ahora a esas dos que mandaban cosas contrarias, que te arrastraban a acciones distintas, la avaricia y la prodigalidad. Libérate de ellas, ven a tu Dios. Si eras siervo de la iniquidad, sé siervo de la justicia.
Las mismas palabras que ellas te dirigían y con las que te ordenaban cosas opuestas, las escuchas de boca de tu Señor, sin que te mande nada contradictorio. No elimina su retórica, pero la priva de su poder. ¿Qué te decía la avaricia? «Guarda para ti; mira por tu futuro». No cambia la palabra, cambia la persona. Si te place, compara ya a dos consejeras. Una es la avaricia; otra, la justicia(Serm 86,7).
P. Juan A. Cardenas