Gracias, Señor, por todo.

Gracias, Señor, por todo lo que tengo.


Y por todo aquello que ya no.


Gracias por las personas que vinieron.


Y por las que se fueron.


Gracias por todo lo que me diste y por todo lo que me quitaste.


Gracias por regalarme la capacidad de sentir, de percibir y de experimentar.


Gracias por regalarme emociones.


Gracias por darme los dones de la risa, de la felicidad, de la serenidad, de la tristeza, de la nostalgia y de la melancolía.


Gracias por permitirme llorar, tanto de pena como de alegría.


Te agradezco de corazón, poder compartir mi felicidad con los demás. 


Gracias por todas las buenas noticias que dí y que recibí.


Gracias por todo lo que pude ver, escuchar, sentir y decir. 


Gracias, Señor, por el sufrimiento, que es el medio más cercano que tenemos para parecernos a Tu Hijo, Jesús.


Gracias por ofrecerme otra oportunidad para amar en este nuevo día.


Y por este sol, que viene cargado de esperanzas y dificultades que superaré con Tu ayuda.


Y que enfrentaré, como siempre, con una sonrisa.


 


Amén.