En este día, ante la inmensa multitud de testigos celestiales, yo, ______________________________, pecador(a) arrepentido(a), me consagro en cuerpo y alma a ti, San José.
Acudo a ti como mi padre espiritual y pongo mi vida y mi salvación en tus manos. Confiando en tu bondad, me resguardo bajo tu sagrado manto paternal pidiéndote que me protejas del mundo, de la carne y del demonio.
San José, tú que eres el esposo virginal de la Madre de Dios, ayúdame a amarla con tierno afecto y devoción filial. María es mi Madre espiritual y el camino más seguro, rápido y fácil para ir a Jesús. Mantenme cerca de ella y, junto con ella, acércame a Jesús.
Nunca te alejes de mí, San José. Nútreme con el Pan de Vida, instrúyeme con la sabiduría de los santos, ayúdame a cargar mi cruz, y consérvame siempre en la Iglesia Católica. Cuando muera, llévame al Reino de los Cielos para ver a Jesús y María.
A partir de ahora jamás te olvidaré. Hablaré de ti frecuentemente, pasaré tiempo contigo en la oración y, con tu ayuda, me esforzaré sinceramente en no volver a pecar. Si caigo, ayúdame a arrepentirme acudiendo a la Confesión. Si me pierdo, guíame de vuelta a la verdad.
Ante el cielo y la tierra mi alma clama: ¡Alabada sea la Santísima Trinidad que te hizo Príncipe de todas sus posesiones! ¡Alabada sea la Virgen María que te ama y anhela verte amado! Alabanzas a ti, mi Padre espiritual, ¡el gran San José!
¡Te entrego todo, San José! Tómame como posesión tuya. Soy tuyo.
Amén.
-Padre Donald Calloway, MIC