En tu nombre, oh Jesús, bendigo a Dios nuestro Padre y doy gracias, junto con toda la corte celestial, por la comunión de los santos, por tantas semillas de santidad a mi alrededor y por la ejemplaridad de mis hermanos y hermanas en la Iglesia y en el mundo. Todo esto es obra del Espíritu que brota del seno del Padre, que recubre tu Palabra y que nos das sin cesar. Te doy gracias por ser permanentemente la vida donada, el agua y la sangre derramada, la vida de la Iglesia que nos conduce desde nuestra condición temporal a la bienaventurada eternidad.
Amén.