A Ti, Médico inestimable de mi alma, suspiro con vehemencia. ¡Oh Trinidad eterna e infinita! Yo, finita, acudo a Ti en el cuerpo místico de la santa Iglesia para que quites toda mancha de mi alma por medio de la gracia. No tardes más, sino que por los méritos del capitán de tu navecilla, o sea, San Pedro, a tu esposa, que espera ayuda, socórrela con el fuego de la caridad y la profundidad de la eterna sabiduría. No desprecies los deseos de tus servidores, sino, más bien, guía la nave, ¡oh Hacedor de la paz! Oriéntalos hacia Ti, para que, apartados del camino de las tinieblas, aparezca la aurora de la luz de los que están plantados en tu Iglesia con puro deseo de la salvación de las almas.
Sea bendito el lazo que Tú, ¡oh Padre benignísimo!, nos has dado para que pudiéramos atar las manos de tu justicia, esto es, la humilde y fiel oración junto con los ardientes deseos de tus servidores, por cuya mediación prometes tener misericordia del mundo.
Te doy gracias, alta y eterna Deidad, porque prometes dar pronto alivio a tu esposa. Yo entraré de nuevo en su jardín y no saldré hasta que cumplas tus promesas, que siempre resultaron realidades. Aniquila, pues, nuestros pecados, ¡oh Dios verdadero!, y limpia nuestras almas con la sangre de tu Hijo unigénito derramada por nosotros, para que, muertos a nosotros mismos, viviendo en Él, le demos, a cambio de su pasión, un rostro refulgente y un ánimo íntegro. Escúchanos también a nosotros que rogamos por el guardián de esta cátedra tuya, cuya fiesta celebramos hoy, esto es, por tu vicario, para que le hagas tal como quieres que sea el sucesor de tu "viejecillo" Pedro y le des lo que necesita para el gobierno de tu Iglesia.
Afirmo que has prometido cumplir pronto mis deseos. Por ello te ruego con la mayor confianza que no tardes en cumplir las promesas, ¡oh Dios mío! Y vosotros, hijos dulcísimos, pues es tiempo de ponerse a la obra, ved que es el momento de esforzaros por la Iglesia de Cristo, verdadera madre de vuestra fe. Por ello os animo a que, ya plantados en la misma Iglesia, seáis como columnas de ella, trabajéis en este jardín de fe salvadora con el fervor de la oración y con las obras, arrojados el amor propio y toda negligencia.
Cumplamos ampliamente la voluntad del Dios eterno, que nos ha llamado con este fin, para nuestra salvación, la de los demás y para la unidad de la Iglesia, en la que se encuentra la salud de las almas. Amén.
-Santa Catalina de Siena