¡Oh santísimo esposo de María! Aquí estamos quienes han sido asistidos por ti de una manera especial en todas las circunstancias y que te han escogido como patrono de la confianza.
¡Oh San José!, que has cumplido tu misión llevándola hasta las últimas consecuencias con una virtud perfecta.
Y nosotros, ¿no hemos sido llamados también? ¿No será que hay en nuestros caminos algo que aún falta por realizar?
Sí, en estos momentos trágicos en que la humanidad se encuentra en el delirio de una horrible decadencia, cada uno de nosotros ha recibido una misión específica en vista del Reino de tu purísima Esposa.
Con el auxilio de la Virgen y con tu protección, tenemos el deber de revertir la situación actual, combatir y vencer al mundo; y, en consecuencia, ser íntegros, prudentes y fieles.
Sin embargo, debido a nuestra condición humana, reconocemos que no nos encontramos a la altura de un panorama tan grandioso. Por eso, acudimos a ti para pedirte que nos acojas con tu paternal bondad y aceptes que nos consagremos a ti.
Por tu intercesión, colocamos nuestras almas y nuestro haber y poseer a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Como eres el jefe de la Sagrada Familia, tu relación de autoridad sobre el Niño Jesús continuará por toda la eternidad, de tal forma que Él atenderá siempre tus peticiones.
Siendo así, venimos a suplicarte que, en cuanto Patriarca de la Santa Iglesia Católica, a la cual nunca dejas de socorrer, nos tomes a cada uno de nosotros en tus manos y nos gobiernes.
Y por tu intercesión junto a María Santísima, te rogamos nos obtengas tu fe y tu confianza, la certeza serena de que la Santa Iglesia llegará a su triunfo, el valor de los cruzados, la perfección con la que enfrentaste todas las perplejidades, y el esplendor de una santidad jamás vista en la Historia.
Así sea.