Oh Santísima Virgen María, en quien cuyos brazos descansó el Salvado, regálanos la gracia de contar siempre con la Luz del Espíritu Santo, tu esposo y permite que en nuestras luchas y aflicciones descansemos en ti. No dejes, Madre Nuestra, de ofrecernos incansablemente el fruto de la salvación.
Amén