Sep 18
San José Cupertino

En Osimo, en el Piceno, san José de Cupertino, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, célebre, en circunstancias difíciles, por su pobreza, humildad y caridad para con los necesitados de Dios.

Jose Desa nació el 17 de junio de 1603 en Cupertino, pequeña población situada entre Brindisi y Otranto. Sus padres eran pobres, y el infortunio se había ensañado contra ellos. José vino al mundo en un miserable cobertizo en la parte posterior de la casa, porque en aquellos momentos sr procedía al embargo del inmueble, ya que su padre, un carpintero, no había podido pagar sus deudas. En aquellas circunstancias, la niñez de José tuvo que ser muy desdichada. Su madre, al quedar viuda, vio a su hijo como una molestia y una carga más para su miseria y lo trataba con extremada dureza, por lo que el niño creció débil, con marcada tendencia a la distracción y la inercia. Llegaba a olvidarse incluso de comer y, si alguien se preocupaba por recordárselo, respondía simplemente: «me olvidé». Acostumbraba a vagar por la ciudad, a paso lento y desganado, y mirar a todas partes con la boca abierta, de manera que se ganó el sobrenombre de «Boccaperta». Nadie le quería bien, a causa de su aire de simpleza y su mal genio; sin embargo, en lo tocante a sus deberes religiosos, los cumplía con una extraordinaria fidelidad y gran fervor.


Por razones que desconocemos, en 1653, la Inquisición de Perugia recibió instrucciones para sacar a José de la comunidad de su orden y ponerlo a cargo de los capuchinos en calidad de fraile solitario en las colinas de Pietrarosa donde debía vivir en estricta reclusión. «¿Será necesario que vaya prisionero?», inquirió, y partió sin tardanza, con tanta prisa, que dejó su sombrero, su capa, su breviario y sus anteojos. Y en efecto, había ido a una prisión. No se le permitía abandonar la clausura del convento, hablar con alguien fuera de los frailes, escribir o recibir cartas; quedó completamente aislado del mundo exterior. Pero sin duda que, aparte de la inquietud y la tristeza que necesariamente experimentaba al verse separado de los otros conventuales y tratado como un criminal, aquella vida debe haber resultado particularmente satisfactoria para san José. Por otra parte, no duró mucho su aislamiento, porque no tardaron las gentes en descubrir el escondite y los peregrinos poblaron el lugar antes desierto. Entonces se le llevó subrepticiamente a otra reclusión igual en la casa de los capuchinos en Fossombrone. Y así pasó el resto de su vida. En 1665 el capítulo general de los franciscanos conventuales pidió que les fuera devuelto su santo a Asís, pero el Papa Alejandro VII respondió que con un san Francisco de Asís había bastante. En 1657, se le permitió residir en la casa de los conventuales en Osimo; sin embargo, ahí fue más estricta su reclusión y sólo a muy contados religiosos se les autorizaba a visitarle en su celda. En medio de todo aquel rigor y hasta el fin de sus días, tuvo el consuelo cotidiano de las manifestaciones sobrenaturales y se puede decir que, si bien los hombres le abandonaron, Dios se estrechaba cada vez más íntimamente con él. El 10 de agosto de 1663, se sintó enfermo y supo que su fin estaba próximo: murió cinco semanas después, a la edad de sesenta años. Fue canonizado en 1767.


fuente:
 «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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