Una maravillosa oración de San Rafael Arnáiz

Señor, no sé qué hago aquí… Nada… pues nada sé hacer…


Quisiera rezar… no sé… pero no importa. No rezo, porque no sé.


Señor, no sé qué hago aquí…, pero estoy contigo y eso me basta. Y yo sé que estás aquí, delante de mí. Señor, quisiera veros…


Pero ¿hasta cuándo, Señor? ¿Y mientras tanto? ¿Cómo podré resistir? Soy débil, soy flojo, soy pecado, soy nada.


Pero Señor, quisiera veros, aunque sé que no lo merezco. ¡Cuántas veces me pongo delante de Ti, mis primeros movimientos son de vergüenza. Señor, Tú sabes por qué.


Pero después, Señor, ¡qué bueno sois! Después de verme a mí, os veo a Vos y entonces al contemplar vuestra misericordia que no me rechaza, mi alma se consuela y es feliz.


Pensar que os ofendí y que a pesar de ello me amáis y me permitís estar en vuestra presencia sin que vuestra justa ira me aniquile…


¡Señor, déjame llorar mis culpas, pero dame un corazón grande, muy grande para poder corresponder un poquito, aunque sea muy poquito, al inmenso amor que me tenéis".

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