Reina de los ángeles y santos, y mi madre querida, María, Indúceme en reverencia del Altísimo;
Muéveme al conocimiento de mi bajeza.
Muéveme a temer el pecado y aborrecerle, aunque sea muy leve.
Muéveme a aborrecer la vanidad terrena y a negar mis inclinaciones.
Muéveme a desear el último lugar y el desprecio de las criaturas.
Muéveme a amar la cruz y llevarla con esforzado y dilatado corazón.
¡Indúceme a padecer con alegría! Inflámame en amor casto del Altísimo y a amar a quien me persiguiere.
Muéveme a aspirar a lo más puro, perfecto y acendrado de la virtud y a unirme con el sumo y verdadero Bien.
Amen.