¡Oh Dios!, queremos en este día encomendarte a todas las madres del mundo; toma sus corazones; para que en sus latidos sólo esté presente la bondad, la ternura y la calidez, toma sus manos, para que en ellas repose el abrazo, la caricia y la amistad; toma sus labios para que ellos estén cargados de dulzura y sabiduría, pero también de autoridad; toma todo su ser, para que sean faros que nos muestren el camino que llevan a la verdad, a la santidad y a la configuración de nuestra frágil condición humana, con la robusta divinidad de nuestro salvador.
Amado Jesús, mira con bondad a todas aquellas mujeres que por voluntad propia se han querido privar del privilegio de ser madres, rechazando con violencia su capacidad de dar a luz una nueva vida; infunde en ellas, señor, el deseo de reparar su falta y de retomar a tus brazos, para sentirse nuevamente amadas, valoradas y respetadas.
Virgen Santísima, enciende en ellos el fuego del Espíritu Santo, para que la llama que brote de sus corazones encienda el mundo entero y se renueve así la faz de la tierra.
Amén.