Señor Dios mío, haz que mi corazón te desee, y te busque deseándote, te encuentre buscándote, te ame encontrándote, y amándote sea redimido de mis males, y no recaiga en los pecados perdonados. Inspira, Dios mío, a mi corazón la penitencia, a mi espíritu la contrición, a mis ojos el torrente de las lágrimas, a mis manos la generosidad de la limosna. Señor, Rey mío, extingue en mí los deseos de la carne y enciende el fuego de tu amor. Redentor mío, expulsa de mí el espíritu de soberbia y concédeme propicio el tesoro de tu humildad. Salvador mío, aleja de mí el furor de la ira y otórgame benigno el sereno espíritu de la paciencia. Creador mío, arranca de mí el rencor del alma, y otórgame, Señor, la dulzura de un alma mansa. Concédeme, Padre clementísimo, una fe sólida, una esperanza bien ordenada, una caridad permanente. Señor, mi guía soberana, aleja de mí la vanidad, la inconstancia de la mente, la divagación del corazón, la ligereza del lenguaje, el orgullo de la vista, la glotonería del vientre, todo ultraje contra el prójimo, los pecados de detracción, el afán de la curiosidad malsana, el deseo de las riquezas, la usurpación de las dignidades, el apetito de vanagloria, el mal de la hipocresía, la vergüenza de la adulación, el desprecio de los pobres, la opresión de los débiles, el ardor de la avaricia, el orín de la envidia y la muerte de la blasfemia.
Líbrame, Creador mío, de toda temeridad, de la pertinacia, la inquietud, la ociosidad, la somnolencia y la pereza, la pesadez del espíritu, la ceguera del corazón, la obstinación en mis opiniones, la crueldad de las costumbres, la desobediencia a los preceptos del bien, y la resistencia a los buenos consejos. Aparta también de mí la intemperancia del lenguaje, todo lo que pueda violar los derechos de los pobres y de los débiles, toda calumnia contra los inocentes, toda negligencia contra mis súbditos, toda iniquidad contra mis domésticos, toda ingratitud contra mis amigos y toda dureza respecto de mi prójimo.
¡Oh Dios mío, misericordia mía, te pido por tu amado Hijo, que me concedas hacer obras de caridad y misericordia, compartir los dolores de los afligidos, socorrer las necesidades de los indigentes, ayudar a los desgraciados, volver al buen camino a los extraviados, consolar a los tristes, proteger a los oprimidos, tender la mano a los pobres, levantar a los abatidos, pagar a mis deudores, perdonar a los que me han ofendido, amar a quienes me odian, dar bien por mal, no despreciar a ninguno, sino honrar a todos, imitar a los buenos, desconfiar de los malvados, abrazar todas la virtudes y rechazar todos los vicios, ser paciente en la adversidad, moderado en la prosperidad, poner una guardia a mi boca y una barrera en torno a mis labios, pisotear los bienes terrenos y tener sed de los celestiales.
Amén