Hay realidades que forman parte del rebaño o pueblo de Dios, pero que ellos mismos no suelen hablar de ellas por muchos factores. Comenzaré a dar un ejemplo para expresar mejor lo que quiero decir: según encuestas hechas a mujeres tipo ¿Qué es lo primero que miras a un hombre? Salió que la mayoría de ellas respondía “los ojos”, le seguían los labios y la sonrisa, y así sucesivamente. Eso se había tomado como cierto hasta que, llegada la miniaturización, a un grupo de jóvenes se le ocurrió forrar con cámaras a un hombre físicamente atractivo y mandarlo a interactuar con varias mujeres. Se veía claramente que “los ojos” no es lo primero que miran, y se veía cuántas veces miraban aquello que no admitirían que miran en la encuesta.
Sucede que, a través del servicio de consulta que ofrece la aplicación “Amén“, he visto que hay realidades personales que muchos cuentan, tal vez por el anonimato, que comúnmente no mencionan cara a cara.
Es menos probable que alguien en persona, quiera abrirse a hablar de cosas por las cuales piensa o cree que se sentiría juzgado: pensamientos negativos o deseos; creencias; apetencias sexuales diferentes; problemas mentales; desórdenes sexuales; odios reprimidos, y pare usted de contar. De hecho, entre los testimonios satisfactorios que han llegado al creador de la aplicación Amén, está el de que se han evitado suicidios. Una de las realidades más dolorosas con las que me he tropezado en mi “consultorio virtual” de esta aplicación es la de la gente que tiene trastornos mentales, no tiene las condiciones económicas para mantenerse en tratamiento, y por ello sufren desde rechazo, hasta el propio hervidero que se convierte su propia cabeza por la falta de la medicación adecuada.
Todo esto lo escribo para:
1. Recomendar, de nuevo, la aplicación Amén, como consultorio virtual de ayuda espiritual y orientación en la fe.
2. Pedir a ustedes, estimados lectores, que descarguen, conozcan y difundan la aplicación. Por favor ayuden tanto a otras personas que puedan necesitarla, como a todo religioso que conozcan para que se unan a la labor de ayudar espiritualmente a los demás.
3. Concienciar sobre el hecho de que, cualquier religioso que se una, entrará en contacto con panoramas apostólicos nuevos que pueden enriquecer su misión y ayudar a ver esas situaciones poco comunes de contar en persona por las cuales hay gente que sufre, y que mucho pueden hacer para mitigar este dolor simplemente con leer sus mensajes, escuchar lo que tienen que decir, y responder lo que el Espíritu Santo les inspire.
4. El espacio virtual constituye parte de los “nuevos aerópagos” de la Evangelización, si no entramos nosotros los religiosos a escuchar y dar soluciones otros lo harán por nosotros y puede ser que estas soluciones no sean las más adecuadas.