SEMILLA AGUSTINIANA
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Hay un mundo malo y un mundo bueno. El mundo malo son todos los malos del mundo; el bueno, todos los buenos. Lo mismo que cuando de ordinario contemplamos un campo. «Este campo está repleto». «¿De qué fruto?». «De trigo». De igual manera decimos, y con idéntica verdad: «Este campo está lleno de paja». «Hay un árbol, está repleto de frutos»; otro dice: «Está repleto de hojas». Y tanto el que dice que está repleto de frutos como quien afirma que está repleto de hojas dicen la verdad. Ni la abundancia de hojas quitó su lugar al fruto, ni la abundancia de fruto excluyó la exuberancia de hojas. De ambas cosas está lleno; pero una cosa es lo que busca el viento y otra lo que el agricultor recoge. De igual manera, pues, cuando escuchas: ¡Ay del mundo por los escándalos!, no te espantes; ama la ley de Dios y no habrá escándalo para ti (Serm 81,3).P. Juan A. Cardenas
LA BELLEZA BELLA
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¿Gimnasio? ¿Cirugías? ¿Adornos? ¿Modas? ¿Joyas? ¿Tatuajes?
Entre los años 62-64 d.C., ya San Pedro escribió al respecto, texto que hoy en día aplica para hombres y mujeres por igual!!!Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de un espíritu dulce y sereno. Dios considera precioso ese comportamiento.
1a. Pedro 3: 3-4
PALABRAS DEL SANTO PAPA FRANCISCO (Lc 16,1-8)
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Hermanos y hermanas, este pasaje del Evangelio nos hace reflexionar sobre la pregunta del administrador deshonesto, despedido por su jefe: "¿Qué haré ahora?" (v. 3). Ante nuestras faltas y fracasos, Jesús nos asegura que siempre hay tiempo para remediar el mal con el bien. Quien haya hecho llorar, que alegre a alguien; quien haya tomado injustamente, que dé al necesitado. Actuando así, seremos alabados por el Señor "porque actuamos con astucia", es decir, con la sabiduría de quienes se reconocen como hijos de Dios y se entregan por el Reino de los Cielos. Que la Santísima Virgen nos ayude a ser perspicaces, garantizándonos no el éxito mundano, sino la vida eterna, para que, en el momento del juicio final, los necesitados a quienes ayudamos puedan dar testimonio de que en ellos vimos y servimos al Señor. (Papa Francisco, Ángelus del 22 de septiembre de 2019)